jueves, 6 de noviembre de 2014

El ángel pecoso

Vieja, arrugada, seca y  con ganas de morir, con desazón compruebo que el mundo no gira y el tiempo no ejerce el castigo divino que esperamos para los que nos han dañado el alma, sentada en una mecedora recuerdo con amargura mi soledad, busco con afán en algún rincón de mi desdichada y anciana mente un resquicio de felicidad, algún momento en el cual estuve tranquila y me sentí realizada, tan efímeros y escasos.

Me casé moza e ilusionada, era el hombre de mi vida, fue como el cuento de Romeo y Julieta, mis padres detestaban a su familia y su familia a la mía, huimos de aquél pueblo escondido en la selva para estar juntos, para gozar nuestro amor sin ninguna atadura, para ser libres, los paseos en moto mientras la brisa azotaba nuestros rostros y yo encarcelaba su cuerpo con mis brazos con toda mi fuerza, la seguridad que sentía aferrándome al cobijo de sus brazos, tan jóvenes y excesivamente enamorados, el olor de su perfume me persigue aún en sueños, su cabellera negra azabache y una sonrisa seductora, la canción que me cantó el día de nuestra boda, Forever Young de Alphaville, es imposible detener mis lágrimas cuando por casualidad suena esa canción en la radio, cierro los ojos y nos recuerdo bailando, mi vestido blanco tan pulcro como la inocencia, sus manos suaves pero firmes sujetando mi cintura.
Pero la felicidad es tan esquiva, tan ágil y escurridiza. ¿Acaso se rompió el amor de tanto usarlo? Nos mudamos a la capital y compró una casita, pequeña, con mucha humedad y una puerta de hierro que chirriaba cada vez que el viento soplaba, un suelo agrietado con las losetas rotas, no me importaba nada, podía vivir en un silo, en un pozo lleno de mierda que me cubriese hasta el cuello siempre y cuando él estuviese a mi lado.
Él trabajaba en un banco, era joven y vehemente, quería comerse el mundo, una tarde de febrero nos llegó la noticia más iluminadora, más brillante que le puede ocurrir a una joven pareja enamorada, iba a ser mamá, esa tarde salí del hospital acariciando mi vientre, asustada, nerviosa, excitada, no podía dar crédito a lo que me estaba ocurriendo, una pequeña vida crecía en mi vientre, caminaba por las calles esquivando a la gente, cuidando mi vientre con mis manos, soñando con las ropitas que le iba a coser, en los patuquitos que le iba a comprar, si era niña la cantidad de muñecas que le iba a regalar, los días preparando el té con los juguetes que íbamos a disfrutar, intentando recrear en mi cabeza los consejos que le iba a dar el primer día que le viniese la menstruación, aconsejándole sobre chicos, siendo su confidente más cercana, su mejor amiga. Si era chico, diseñando en mi mente mi traje de porrista, gritando sus goles, animándolo, hablándole lo importante que es respetar a una mujer, durmiendo con él cuando estuviese enfermo, mimándolo.
Esa tarde le di la noticia al hombre de mi vida, su reacción me animó a querer ser la mejor madre del mundo, esa noche hicimos el amor, aún siento sus roces más íntimos y mi cuerpo tiembla, el roce de sus labios por mi cuello, su gentileza a la hora de hacerme mujer.
La alegría es efímera en la casa del pobre, su carrera en el banco iba en ascenso al igual que mi vientre, las frías noches en mi cama se volvían mas constantes, las conversaciones se reducían:
Amor ¿Vas a venir a cenar ésta noche?
No me esperes Miriam, lo más seguro es que la reunión termine tarde, me contestaba con el rostro adusto.
Mes tras mes la persona de la que me había locamente enamorado iba siendo devorada por ese nuevo ser, esa persona que no conocía, sus caricias y sus palabras de amor habían mutado a besos en las mejilla y respuestas de fastidio.
Corría mi sexto mes de embarazo, mi madre siempre me contaba con alegría los antojos que yo le provoqué, yo no tenía ninguno, Tito volvía todas las noches apestando a alcohol, en esa época no teníamos lavadora y tenía que lavar a mano, la marca de colorete en sus camisas, los paquetes de cocaína en las chaquetas de su traje.
Pero el amor es como un virus que destruye tu organismo y te atonta, todas las noches suavemente me acercaba a él, deseando que me vuelva hacer el amor como lo hacía antes, que nuestro sudor se mezcle y el placer invada nuestra habitación.
¿Ya no me deseas Tito? le preguntaba mientras el me daba la espalda en la cama.
Estoy cansado Miriam, trabajo todo el día y lo único que quiero hacer en mi cama es dormir, tú tienes ganas porque no haces nada y estás todo el día en la casa esperando a que llegue, búscate un trabajo, me contestaba con desdén.
¿Será por las marcas de colorete? ¿Me estás siendo infiel Tito? le pregunté mientras con mi mano intentaba girarlo para que me mirase a los ojos.
¿Y qué si lo estoy haciendo? ¿Te falta algo en la casa? Te doy dinero para que comas, te doy un techo, lo último que espero es que me rompas los huevos con tus celos de mierda, me contestó con bravura y con un odio en sus ojos.
 Esa noche me levante de la cama llorando, destrozada, encarándole todo y exigiéndole una explicación.
Me voy a dormir a un hotel, estás loca Miriam, tantas horas encerrada en casa te han podrido el cerebro, me gritaba mientras lloraba sentada en la cama.
 No te vayas Tito, sé que no estamos pasando por un buen momento, pero vamos a tener un bebé, le dije sollozando.
 Maldita la hora que se nos rompió el condón, me grita y se marcha.
Me levanté de la cama e intenté sujetarlo del brazo, intenté besarlo esperando que mis besos lo apaciguaran.
Suéltame loca de mierda, me gritó y me empujó.
Caí en el suelo como un saco de papas golpeando mi vientre contra la pared, si cierro los ojos el tiempo suficiente puedo recordar como me falto el aire, la sensación de asfixia, abracé mi vientre asustada, Tito ni se inmutó, se marchó y me dejó tirada en el suelo.
Mi hija nació sietemesina, un vecino me llevó al hospital cuando no podía soportar el dolor, a duras penas hice un pequeño neceser y me marché asustada al hospital, sentía como se me desgarraba el cuerpo poco a poco. Mi pequeña Malena.
Tito no apareció hasta el cuarto día, regresó con un enorme ramo de rosas y llorando me pidió perdón, se sentía perdido, me rogó perdón frente a nuestra hija mientras la abrazaba, me prometió que nunca me iba a dejar sola, que fue un canalla, que su vida sin mí no tenía sentido, que era el sentido de su respiración.
¿Cómo no lo iba a perdonar? Seguía siendo el amor de mi vida y el padre de mi pequeña Malena, todo volvió a ser como antes, ahora los llantos de mi hermosa bebé acallaban todo rencor o resentimiento en nuestra casa, Tito conoció a Dios y lo dejó entrar su vida, dejó las drogas y alcohol, volvió a ser el hombre que me robó el aliento la primera vez que mis ojos se posaron en él.
La alegría se volvió a marchitar, la destrucción volvió a posarse sobre nuestra familia, mi pequeña Malena había nacido con insuficiencia renal, con sólo tres añitos le quitaron los riñones... mi vida se volvió el hospital, ella no perdía la sonrisa, era el alma del hospital, sola lloraba por los rincones, envidiado a las madres que tenían a sus hijos sanos y fuertes.
Nuestro amor se volvió a romper, cada vez que mi pequeña Malena preguntaba por su padre tenía que inventarme una excusa, tenía 20 minutos al día para romper en llanto y desahogarme por los rincones del hospital y poder entrar a su habitación con una sonrisa, entera por fuera y hecha añicos por dentro.
Tito ¿Vas a venir a ver a Lenita? le preguntaba cada vez que lo llamaba al banco.
Tengo mucho trabajo Miriam, dale un beso de mi parte, me contestaba con frialdad y me cortaba el teléfono.
Mientras mi hija dormía podía escaparme y regresar a casa para asearme y volver con ella, esa tarde encontré en uno de sus pantalones una lista, pensé que era para nuestra hija cuando empecé a leerla, pero el "Siempre tuya Azucena" le pedía pañales, ropa de bebé, biberones, leche.
 Me volví loca, rompí todas las cosas de la casa, le corté todos sus trajes más caros, le rompí la colección de relojes que guardaba en la cómoda de la habitación, esa tarde mi vida cambió, lo odiaba, todo el amor puro y honesto que aferraba en mi corazón se transformó en inquina.
 Esa tarde lo esperé, me olvidé de mi hija completamente y es algo de lo que me arrepiento.
¿Qué haces aquí Miriam? ¿Por qué no estás con la niña? me preguntó extrañado.
¿Piensas ir a ver a tu hija alguna vez? le pregunté con rabia.
Intentaré ir ésta noche, no te prometo nada, me dijo y añade ¿Qué carajo ha pasado aquí? ¿Nos han robado? gritó molesto.
No, no caradura de mierda ¿Tienes que ir a ver a tu otra familia no? le pregunté enojada y le tiré la nota a la carta.
 Supongo que era cuestión de tiempo hasta que lo descubrieras, me dijo sereno.
¿Cómo has podido Tito? ¿Cómo? le dije llorando.
¿Qué carajo esperabas Miriam? Hace mucho tiempo que dejé de amarte, lo intenté con todas mis fuerzas  por nuestra hija, pongo mis manos en Dios y me da una hija enferma, intenté amarte por nuestra hija pero amo a Azucena y me ha dado un hijo sano, una familia de la que puedo disfrutar... no voy a perder eso por una hija enferma y una mujer a la que no amo, me dijo con honestidad.
¿Crees que nuestra hija es un castigo de Dios? le pregunto llorando.
Un castigo para ti, yo tengo una mujer y un hijo a los que amo, no te preocupes que no he perdido la decencia que aún me quedo, hoy me marcho de la casa y te puedes quedar con ella, me dijo mientras revisaba sus trajes cortados y resoplaba con ardor.
 Como un boxeador ensimismado empecé a golpearlo, una y otra vez.
Golpéame si así te sientes mejor Miriam, pero las cosas no van a cambiar, me dijo mientras intentaba defenderse de mis puños.
Mi brazos se cansaron, mis lágrimas caían y le rogaba que no me dejara.
No te humilles así Miriam, adiós, suerte con tu hija, me dijo y se marchó con lo puesto.

Años después perdí a mi hija, aún puedo escucharla cantando las canciones de shakira con su discman, sonriendo y paseándose por el hospital con la admiración de las enfermeras, a las finales pensaba que yo la alentaba pero era a la inversa, aún por el calvario que pasó recuerdo las palabras que han manchado mi interior como tinta indeleble : "Mamita no llores, Dios les da pruebas a las personas que él sabe que pueden soportarlas"
Seis años tenía mi pequeña cuando la perdí,  a mi ángel pecoso y cantante, a Tito lo volví a ver y aún vive feliz y pleno con su familia, el mundo y el tiempo no pone a nadie en su sitio, el mundo transcurre ignorando a los demás, no existe ninguna justicia cósmica, el tiempo  avanza ajeno para dar muerte a los días de nuestra vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario