Existen familia de cocineros, de profesores, de
ingenieros... no creo que la nuestra sea atípica por ser una familia de
putas... bueno, preferimos que nos llamen trabajadoras sociales. Mis dos
hermanastras, mi madrastra y yo.
Siempre cubrimos la misma rotonda en algún polígono, lo
escandaloso es que en pleno siglo veintiuno la gente nos siga mirando con pena,
he conocido casos de abusos y sé que las personas son peligrosas pero nadie nos
obliga a ser "trabajadoras sociales", se puede decir que vengo de una
estirpe de dadivosas trabajadoras sociales, mi madrastra le enseñó a mis
hermanastras y ellas a mi. Me llamo Cenicienta y por treinta euros puedes ser
mi príncipe azul por media hora o lo que dure la faena.
He cambiado el vestido de gala por unas mallas y una
minifalda, mi zapato de cristal por una caja de profilácticos de sabores.
Misteriosamente mi hora punta empieza a las doce, mi carruaje es la parte de
atrás de un Seat Ibiza o una furgoneta Ford, si fuese princesa mi reino sería
el descampado decorado por un suelo lleno de jeringuillas, trozos de kleenex
arrugados y condones.
Dame un segundo que un
príncipe azul me busca, le digo a mi hada madrina y con un contoneo sensual me
acerco a un Seat Leon.
Hola, me saluda el
excitado conductor.
Hola papito ¿Qué te
apetece? le pregunto chupándome el dedo.
¿Qué precio tienes?
me pregunta y puedo distinguir una enorme erección asomándose por su pantalón.
Veinte la chupada y
treinta el completo, le contesto con una sonrisa.
¿Estás por aquí más
tarde? me pregunta.
Pregunta por
Cenicienta, le digo coqueta.
Me mira extrañado y con una
sonrisa burlona me dice:
Cómo ha cambiado el
cuento ¿no?
Y los príncipes, le
digo riéndome.
Ya nos veremos más
tarde Cenicienta, me dice.
Cuando quieras, le
digo y me marcho con mi hada madrina que me espera con un tupperware lleno de
sopa caliente y unas toallitas perfumadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario