Mi piel se eriza al ritmo de su voz, mi respiración
se agita a cada paso que da, ¿El armario será un buen sitio para esconderme?
no, la última vez no tardó nada en encontrarme, ¿Debajo de la cama? es muy
obvio. Mis labios empiezan a temblar, un tráfico de emociones anudan y secan mi
garganta. Aún están cicatrizando las heridas de la paliza anterior, el pomo de
la puerta de mi habitación empieza a girar, ¿Con que piensa pegarme esta vez? aún
recuerdo el cable de la plancha, lágrimas empiezan a recorrer mis mejillas, las
bisagras de la puerta rechinan avisándome del infierno que se aproxima. Estoy
tan aterrada que no puedo levantar la vista, si existe Dios está claro que se
ha olvidado de mi, puedo percibir la peste alcohol que desprende, ¿De que sirve
rogar? ¿De que sirve llorarle diciendo que se detenga? Lo he hecho tantas
veces. Me coge del pelo y me tira contra la cama, abro los ojos y veo como se
acerca desabotonándose el pantalón, antes de volver a cerrar los ojos y
rendirme ante él como todas las noches... veo una ventana abierta, es mi única
solución, me digo lanzándome al vacío.
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