miércoles, 30 de noviembre de 2016

El espejismo de una mirada destripada

-¡Luna! ¡Luna! abre la puerta joder, abre la puerta por favor.


Luna

Todos los días son iguales, levantarme temprano, ducharme, pasear a mi perra mientras condimento mis mañanas con un porro de marihuana, tomarme un café cargado y unas tostadas con tomate y aceite de oliva. Cargar mi ropa de cocina en mi morral y salir al trabajo quince minutos antes del mediodía para ver como mi vida se consume entre comandas, fuegos, cuchillos afilados y un perpetuo estado de estrés.

Pero como iba adivinar que ése día iba a ser completamente distinto a los demás, sólo fueron 5 minutos, exiguos 5 minutos en 24 horas para sentir una inmovilizadora descarga en todo mi cuerpo.

Pequeña como un pitufo, un hermoso y brillante cabello castaño claro que baila con su cintura a cada paso que da, la forma tan adictiva de sus labios cuando sonríe, la inmensidad y ternura en la que puedes vivir cobijado eternamente cuando te mira, simplemente fue como si en vez de usar un arco y una flecha, cupido haya usado un misil nuclear en mi.

Desde aquél preciso momento mis lúgubres días se vieron acechados por afilados rayos de luz. Pero lo dulce nunca sería dulce sin lo amargo.

“Todo se volvió oscuridad mientras navegaba entre sus lágrimas aquella noche”

Luna II

La contemplo como todas las noches, alargando la vida de mi cañita lo máximo posible, prolongando su vida mientras intento purgar mi sempiterna cobardía que paraliza mi lengua, pero vuelvo a darme de bruces contra lo que soy, así que me marcho como todas las noches con el rabo y la frustración entre las piernas.

La noche en casa se me hace pesada, cierro los ojos e imagino distintos escenarios donde la suma de los dos me da uno. Sujetándole la mano cobijados por una noche estrellada, mirarla a los ojos por un segundo y sentir la aceleración de su corazón como si fuese mío.

Son las 4:30 de la madrugada, contemplo el cielo  mientras apago un cigarrillo que ya no tiene más espacio en mi cenicero. Con el culo adolorido después de estar sentado 4 horas en mi mecedora saco a pasear a mi perra. Apenas pasan coches por la autovía mientras camino por el arcén acompañado de un cuarto menguante que parece que se burla de mi desdicha a cada paso que doy. No sé cómo decido ir a pasear al puerto donde trabajo, a lo mejor subyugado por mi infatigable masoquismo, dominado por la esperanza de percibir algún tenue rastro de su aroma por la calle. Pero aquello sólo fue el principio del fin.

Luna III

Casi llegando a la playa la encuentro sentada en un adoquín cerca de su coche llorando, la cabeza entre las piernas y ahogándose en un llanto desolador.

-¿Luna?- Pregunto perturbado por su llanto.

-Vete, déjame sola, me contesta sollozando.

Me arrodillo a su lado y colocando mis manos sobre sus hombros:

-¿Qué te ocurre? -¿Qué te pasa?-

Luna continúa ahogándose entre riachuelos salados sin contestarme. Con delicadeza intento levantarle la cabeza.

-Déjame ayudarte por favor, le digo limpiándole las lágrimas con las yemas de mis dedos.

Suelto a mí perra y Luna me abraza con fuerza, no hablamos por más de quince minutos, ella simplemente llora con vehemencia sobre mi hombro. Paradójicamente es uno de los momentos más felices de mi vida, llegar en el momento justo, en el momento preciso para ser su consuelo, su pañuelo, ser el que le limpie las lágrimas.

-¿Puedo dormir ésta noche en tu casa? -Me susurra al oído mientras nos abrazamos.

-Claro, todo lo que necesites reina, le contesto y le doy un beso en la mejilla.

Luna IV

Duerme tranquila mientras la observo desde mi terraza sentado en mi mecedora. El sol araña con ternura el horizonte, Maggie no se aleja de mi lado mientras observo con tristeza que me quedan dos cigarros en mi paquete.

-¡Lucas no! Ayúdame por favor ¡Lucas! Escucho gritar a Luna dormida.

Sobrecogido me acerco a lado de la cama, ella mueve los brazos como si estuviese luchando.

-¡Lucas te amo! ¡Ayúdame por favor! Vuelve a hablar dormida y dos lágrimas se resbalan por sus mejillas.

Lucas

Es el dueño del bar donde trabaja Luna, un hombre de casi cuarenta años, casi calvo y con los ojos saltones, nuestro trato nunca ha pasado la frontera de un hola o de un adiós si nos cruzamos por caprichos de la vida, detesto sus ínfulas de campeón.

Luna V

Sigo observándola, conjeturando confundido mientras escucho las cortas frases que confiesa mientras duerme, recreo los peores escenarios en mi cerebro, escenarios sazonados por la podredumbre y miseria humana.

Me voy a la cocina con la mirada perdida a prepárame un café, las frases atormentadas de Luna se estrellan en cada vértice de mi cabeza, me quedo hechizado viendo el temporizador del microondas, como si al acabarse el tiempo me fuese a dar una respuesta.

-¡Ahhhhhhh! Escucho un grito seco desde mi habitación.

Voy rápido y abro la puerta de mi habitación, la veo en la esquina de mi cama pálida, los ojos abiertos casi desorbitados y sudando.

-¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Quién eres tú? Me pregunta frenética.

Luna… soy yo, Salvador, le digo asustado.

Mira a un lado, mira al otro, me mira de arriba abajo.

-Lo siento, lo siento, no me acordaba, lo siento Salvador, se disculpa sin mirarme, con esa misma mirada vacía y desmembrada.

Me acerco a mi armario y saco algo de ropa.

-Mi ex novia y tú son del mismo tamaño más o menos, el baño lo tienes dentro de la habitación por si quieres asearte un poco, si abres el cajón derecho del mueble tienes un cepillo de dientes nuevo, yo voy preparándote algo de desayunar, le digo atribulado  y le dejo la ropa encima de la cama.

No sé cuáles son sus gustos, no sé ni cómo toma el café o si le gusta el cola-cao, no sé si le gustan las vienas o el pan bimbo, no sé si le gusta el aceite de oliva o la mantequilla y la mermelada.  Preparo un poco de todo y la espero sentado dándole sorbos a mi café.

-No sé muy bien lo que te gusta, así que espero acertar, le digo con una sonrisa tímida.

-Gracias, pero no tengo hambre, un café sólo muy cargado sería ideal, me dice con el gesto ensimismado.

Con la mirada extraviada juega con la cuchara moviendo el café, como si su mente estuviese viajando a miles de kilómetros de donde está.

-¿Estás bien? ¿Quieres contarme algo? Estoy aquí para ti, le digo preocupado.

Se suena la nariz y con la palma de sus manos se seca los ojos evitando subyugarse a las lágrimas.

-Pronto lo estaré, tranquilo, me contesta con una sonrisa forzada.

-Para cualquier cosa estoy aquí, le digo intentando buscarle la mirada.

-Gracias… ¿No tienes ganas de desaparecer, de irte algún lugar desconocido? Hoy no voy a ir a trabajar, tengo ganas de coger el coche y conducir hasta algún lado donde tenga la sensación de poder reinventarme… ¿Hoy trabajas? Me pregunta con el gesto derrotado.

-Es mi día libre, le contesto.

-Vámonos Salvador, vamos a pasar el día a cualquier pueblo, algún lugar lejos de aquí, ¿Te apetece? Me pregunta con los ojos rojos.

-Claro, claro que sí, le digo ilusionado.

-¿Puedes hacerme un favor? Me pregunta con el mismo gesto abatido.

-Claro, por supuesto, lo que necesites, le digo incapaz de esconder mi alegría de pasar el día con ella.

-¿Puedes ir a comprarme algo a la farmacia para el dolor de cabeza? Siento que me va a estallar.

-Claro, así aprovecho y compro tabaco, le digo y añado, verás el fabuloso día que vamos a pasar juntos.

-Gracias por todo, eres un cielo, me dice y bebe suavemente el café.

-Bueno, vuelvo ahora, en un rato nos vemos, le digo y me levanto de la mesa y añado, no recojas nada, ya me encargo cuando vuelva.

-Adiós Salvador, me dice y me roza la mano suavemente.

Bajo las escaleras imaginando el maravilloso día que voy a pasar con ella, ser el que pueda consolarla, el pecho donde pueda refugiarse… pero camino a la farmacia me vienen imágenes a la cabeza, frases, regreso sobre mis pasos mentalmente, por un breve segundo aparco la felicidad que había extasiado hasta la última célula de mi cuerpo… LUCAS NO, AYÚDAME POR FAVOR, PRONTO LO ESTARÉ, ADIÓS SALVADOR.          

Regreso a mi casa con una velocidad endemoniada, abro la puerta y empiezo a llamarla, voy a la cocina, su café está a la mitad, voy a mi habitación gritando su nombre pero nadie me contesta, sus llaves siguen en la mesita de noche, intento abrir la puerta del baño pero está cerrada.

-¿Luna? Si estás en el baño abre la puerta, ¿Luna? Pregunto angustiado.

Tiro del pomo con fuerza y gritando:

-¡Luna! ¡Luna! abre la puerta joder, abre la puerta por favor.

Empiezo a patear la puerta con vehemencia mientras grito su nombre. Después de varias patadas la puerta se abre… fue como si hubiese abierto la caja de pandora.

-No, no, no, no, no, no ¿Qué has hecho Luna?, digo consternado y lanzándome al suelo con ella.

El suelo del baño se tiñe de rojo mientras la piel de Luna palidece.

-Perdóname Salvador, pero a veces es mejor arder que apagarse lentamente, me susurra suavemente mientras su vida se va apagando.

Cojo una toalla e intento frenar la hemorragia pero es inútil, después de una tenue y corta respiración la vida de Luna se extingue entre mis brazos. Lloro desconsoladamente mientras acaricia su rostro. Soy un maldito gilipollas, como no pude darme cuenta.

-Cueste lo que me cuesta Luna voy a honrarte, cueste lo que me cueste voy a vengar el sonido de tu sonrisa que me regresó la vida, cueste lo que me cueste.

Tres meses después

-Buenas noches Lucas, le digo esperándolo en el aparcamiento subterráneo donde aparca su flamante BMW rojo.

-¿Salvador? ¿Qué tal tío? Hace meses que no te veo, ¿Dejaste el trabajo? Me pregunta sorprendido mientras busca las llaves de su coche en su bolsillo.

-¿Fumas? Le pregunto ofreciéndole un cigarro mientras me enciendo uno.

- No, no, estoy intentando dejarlo, gracias, me dice con una sonrisa.

-¿No era tu camarera la chica que apareció muerta en su coche hace unos meses? Le pregunto mientras le doy una larga calada a mi cigarrillo.

-Sí, un duro palo, dice la policía que se suicidó, por lo poco que me contó tenía problemas con la madre o algunos traumas muy duros, la verdad es que cuando la contraté parecía una chica muy sana, me cuenta extrañado.

-Sana, digo riéndome.

Bueno Salvador tío, me alegro de verte, pásate un día de estos a tomarte una cañita, me voy a casa que me espera mi mujer y mi hijo, me dice y me extiende la mano.

Estrecho su mano con firmeza y clavándole los ojos como dos puñales le digo con una sonrisa.

No creo que vaya a ser posible. 

-¿Cómo dices? Me pregunta perplejo.

-Ya te enterarás, le digo y raudamente lo noqueo con un fuerte puñetazo en la sien.

Le ato los pies y las manos, silencio sus labios con cinta americana y lo encierro en el maletero de su Toyota célica. Tres meses me ha costado planear todo con minuciosidad, escribir el guión en el que Lucas será el amado protagonista. Cada vez que recuerdo el violento dolor que sentí y aún siento cuando tuve que deshacerme de Luna. La limpié y la abandoné en un descampado en su coche, la policía no se molestó ni en investigar su muerte. Fui a su funeral donde ni por respeto Lucas apareció, abracé a su madre, abracé a su padre. Luna fue incinerada, sus cenizas terminaron en una hermosa urna funeraria color granate.

Lucas golpea la puerta del maletero con frenesí, puedo respirar el aroma de su miedo, de su cobardía. Llego a un almacén abandonado que está en la mitad de un campo, me bajo del coche y abro el maletero. Está rojo y llorando de pavor.

-Pronto te vas a sentir purificado Lucas, le digo y vuelvo a noquearlo.

Proyecto Lucas

Un habitáculo de veinte metros cuadrados será su ataúd. Lo arrastro hasta la habitación y lo ubico en una silla de cedro, le quito la cinta americana y me siento delante de él. Me enciendo un cigarro aguardando su despertar.

-Hola dormilón, le digo echando el humo por mi nariz.

Empieza a gritar como un demente, puedo disfrutar el sufrimiento ignorado en cada grito de auxilio que le desgarra la garganta.

-Nadie te va a escuchar Lucas, le aclaro apuñalándole los ojos con mi mirada.

-¿Qué es lo que quieres de mí Salvador? ¿Por qué haces esto? Deja que me vaya por favor, me súplica llorando.

-Es inútil que supliques Lucas, voy a decirte lo que va a pasar, quiero que asimiles que sólo la verdad te va a salvar, no hay súplicas, no hay dinero, no hay nada que pueda modificar el rumbo de tu destino, sólo la verdad, le digo y me enciendo otro cigarro.

-¡Suéltame por favor! ¡No te he hecho nada! ¿Por qué haces esto Salvador? Me grita esclavizado por el pánico.

-Lo siento, pero tu destino ya está marcado Lucas, ahora sólo puedes ser valiente y decirme la verdad, ¿Qué le hiciste a Luna? Le pregunto y mi rostro cambia al pronunciar su nombre.

-¿¡Qué le hice de qué!? No sé de qué me estás hablando, me vuelve a gritar dejando escapar gotas de saliva que se estampan contra mi rostro.

-Muy bien, mira a tu derecha Lucas ¿Qué ves? Le pregunto dándole una calada grande a mi Marlboro.

-Te lo ruego Salvador, tengo un hij…

-Dime que ves Lucas, lo interrumpo tajante.

-Cuatro estacas, me contesta llorando.

Correcto, hechas a mano por mí y bañadas en chile infinito ¿Sabes por qué lo llaman infinito? Le pregunto con una sonrisa.

-Salvador te lo ruego…

-Nunca lo he probado en una herida, pero su nombre se debe a que quema tanto la garganta cuando te lo comes, que te pueden dar hasta agudos ataques de agonía, por ahí escuché que el efecto puede durar hasta 24 horas y créeme cuando te digo que tenemos todo el tiempo del mundo, le aseguro con dulzura.

-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! Me continúa gritando.

-¿Qué le hiciste a Luna Lucas? Vuelvo a preguntarle.

-Nada, sé enamoro de mí…

-Respuesta incorrecta, le digo decepcionado y cojo una estaca de la mesa.

-No, no, no, no, no, Salvador, no, no, no…

-Vas a aprender a vivir con las consecuencias de tus decisiones, le digo y sin temblarme el pulso le clavo la estaca en su pantorrilla izquierda.

Un riachuelo de sangre mancha su pierna mientras sus gritos de agónico dolor intentan dejarme sordo.

-Espero que el dolor espante tu cobardía y seas capaz de decirme la verdad a la cara Lucas, le digo impávido ante su dolor.

Entre gritos de dolor se desmaya, saco una foto de mi bolsillo y la pego en el respaldo de mi silla y me levanto a buscar algo de comer, espero que cuando regrese sea valiente.

Proyecto Lucas II

-¡Suéltame! ¡Salvador! Escucho mi nombre a todo pulmón desde la habitación.

Entro a la habitación y como un perro rabioso empieza a insultar a toda mi familia.

-Te juro que si los tocas… te juro que si los tocas, me repite poseído por la desesperación.

-Tu mujer y tu hijo, salen guapos en la foto la verdad, se la tome en el parque que está cerca de la guardería a donde lo llevan, le digo y le pongo la foto en el regazo.

-¡Hijo de puta! ¡Suéltame! ¡Te voy a matar! Me grita bañándome en saliva.

-¿Qué le hiciste a Luna Lucas? Dime la verdad y termina con esto, le digo encendiéndome otro cigarro.

-¡La violaron! ¡La violaron! ¡Eso es lo que pasó! Me grita llorando de impotencia.

Me levanto de la silla, cojo una estaca y la aprieto contra su cuello con furia.

-¡¿En plural?! ¡¿En plural?! Le grito casi rozando sus labios con los míos, sujetando su cara con mi mano izquierda y la estaca con la derecha.

-Mátame y termina con esto, me súplica.

Respiro hondo intentando controlar la ira que navega por mis venas y suelto la estaca.

-Empieza hablar y no te saltes ningún detalle Lucas, no intentes mentirme, mira la foto de tu regazo e intenta no mentirme, le digo y me vuelvo a sentar.

-Ésa noche cerramos temprano, como casi todas las noches Luna y yo nos quedamos a follar en la cama que tengo en el almacén, bebimos. Luna nunca se había drogado hasta que me conoció, no había noche donde antes de follar no nos fumásemos un poco de cristal. Esa noche llamé a dos amigos que me conseguían el cristal a buen precio…

-Continúa Lucas, le incito al ver la pausa.

-Ella me amaba con locura, la utilizaba como me daba la gana, nunca me decía que no. Empezamos a drogarnos los cuatro echados en la cama, uno de ellos empezó a manosear a Luna, yo me reía y los animaba mientras Luna me miraba e intentaba quitarse las manos de encima…

-Vuelve hacer una pausa Lucas y te juro que te voy a desangrar vivo, le digo fumando frenético.

-Recuerdo que me levanté para ir al baño y uno de ellos fue detrás de mí a preguntarme, ¿Nos podemos follar a la putita con la que estás no? No vale para otra cosa, le contesté entre risas y con una palmadita en la espalda me dijo que el cristal esta noche corría por su cuenta…

-Eres una basura de mierda, puto malnacido de mierda, cobarde hijo de puta, le digo llorando de impotencia.

-Aún puedo recordar su mirada y sus lágrimas cuando bajé y la vi en la cama, uno la sujetaba mientras el otro la violaba, yo no podía parar de reírme mientras ellos se turnaban a Luna, iba tan drogado que me hice una paja mientras la violaban…

No…no, no puedo escuchar más, le digo y me marcho de la habitación.

Proyecto Lucas III

Sé que te prometí honrarte, mis planes eran completamente distintos, pero lo único que siento es odio, es ira, lo único que ansío es hacerlo sufrir hasta su último aliento, lo siento tanto Luna, pero las cosas a veces no pasan como uno las desea y a veces te arrinconan tanto que tienes que meter la mano en la mierda para sentir justicia.

Vuelvo a la habitación con el mismo fin pero con otros medios.

-Dime los nombres de las otras dos personas Lucas, dime sus nombres y todo terminará, te lo prometo, le digo.

-Sergio y Ramiro, los dos viven en un estudio en el Pueblo Andaluz…

-Conozco el lugar, le interrumpo y cojo dos bidones de gasolina.

-¿Me vas a soltar Salvador? Sólo quiero abrazar a mi hijo, me súplica llorando.

Me enciendo un cigarro.

-¿Sabes cuáles fueron las últimas palabras de Luna? Le pregunto destrozado por dentro.

-Déjame marcharme con mi hijo, me vuelve a suplicar.

-Mientras agonizaba en mis brazos, antes de consumir su último aliento,  me dijo prefiero arder que apagarme lentamente, le digo recordando entre lágrimas.

Ignoro sus llantos, las mismas palabras de súplica, sus gritos.

-Pero tú en éste caso vas arder lenta y dolorosamente, le digo y tiro mi cigarro sobre su regazo.

Me marcho mientras veo su cuerpo arder, me marcho mientras escucho como su garganta se abre en gritos de dolor, me marcho con una sonrisa salada al saber que su muerte es brutalmente lenta y dolorosa.

Tres semanas después

-¿Sergio? Le pregunto a un hombre que espera el autobús en la parada.

-¿Nos conocemos? Me pregunta extrañado.

Me enciendo un cigarro.


-Tiempo al tiempo, le digo con una sonrisa diabólica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario