sábado, 26 de noviembre de 2016

La desconocida de rostro familiar II

-¡Hermano! ¡Hermano! Me grita Angelito mientras se lo llevan.

- ¿A dónde se lo llevan? ¡Angelito! ¡Angelito! Grito sin poder moverme, como si mis pies estuviesen atornillados al suelo.

- ¡Ahora es mío! Escucho la voz de mi padre.

Me despierto sudando en un banco, agitado, asustado, todo era una pesadilla, me equivoqué al pensar que las palabras de mi madre iban a ser terapéuticas, no puedo quitarme el rostro de mis hermanos de mi cabeza, necesito encontrarlos, necesito verlos.

Compro un pan con camote y un emoliente con quinua, la línea 28 pasa por aquí, es la única que me puede dejar delante del canal 4. Yolanda busca a Yolanda. Hago un recorrido mental por todas las calles, es como si conociese todo esto. 

Hero, que hermosa voz tiene Mariah Carey, cierro los ojos mientras la radio del autobús abraza mis sentidos, relaja mi alma. El tráfico es tan caótico en esta ciudad, rostros grises y derrotados, concierto de bocinas en esta jungla de asfalto. Almas y miradas apenadas  enjauladas en este encapotado firmamento. ¿Cómo pueden sobrevivir así?

- Próxima parada canal 4- escucho la voz del cobrador que advierte con voz ronca.

Camino por las calles repitiendo Enrique Barrón 1416, Enrique Barrón 1416, giro en una esquina siguiendo los números de las casas. Un portón negro con algunos cristales rotos, toco el timbre y espero unos segundos ante la mirada fija y descarada de un hombre canoso con una chata de ron en la mano.

Vuelvo a tocar el timbre y al otro lado de la puerta escucho la aterciopelada voz de una mujer:

- Voy- un segundo.

Vuelvo a girar el rostro y el mismo hombre sigue acechándome con la mirada.

-¿Quién es?- Escucho la misma suave melodía mientras abre la puerta que llora suplicando por algo de aceite.

- Hola ¿Eres Yolanda?- Le pregunto a la mujer que me recibe con la mirada sorprendida.

- Sí. 

- ¿Me conoces?- Le pregunto pasmado.

- Eres el hijo de… pasa, pasa, pasa-me invita a entrar mientras giro la cabeza y la misma mirada me sigue apuñalando la espalda desde la otra acera.

Su casa se me hace muy familiar, es como si antes hubiese estado aquí, el techo alto, los muebles viejos y los sofás roídos por la desidia, me siento en un sillón verde, el televisor está encendido, es temprano y aún están las noticias.

- ¿Quieres algo de tomar? -Me pregunta con la misma mirada sorprendida.

-Sí, un vaso con agua por favor.

Se levanta a la cocina y en un mueble puedo ver unos cuantos portarretratos donde está con mi madre, están sonriendo, están felices, hace muchos años que no veía la sonrisa de mi madre, tantas historias alegres detrás de pequeños momentos capturados por una cámara, que mágico. 
Me vuelvo a sentar pero las ganas de robarle el momento a Yolanda me ganan y le robo una de las fotos que guarda en un portarretratos. Escucho los pasos de Yolanda que regresa de la cocina y arrugo la foto rápidamente y me la meto al bolsillo. 

- Aquí está tu agua, me dice y se queda de pie cerca a la puerta.

- Estoy aquí…

- Sé porque estás aquí, tu madre te envió ¿no?- advierte muy segura.

- ¿Cómo lo sab…

- Espera aquí- me interrumpe ante mi mirada atónita.

Estoy intranquilo, tengo la rara sensación de que no debí venir por aquí, ¿Qué me puede haber dejado mi madre? ¿Qué es lo que durante tantos años Yolanda ha guardado para mí?, todo es tan confuso. 
Los minutos pasan dándole una lenta agonía al día, me rebusco los bolsillos intentando encontrar alguna colilla o algún cigarro a medias que calme la intranquilidad que intenta gobernar mi cuerpo.

-Voy en un segundo- escucho la voz de Yolanda.

No puedo estar más aquí, no me  gusta este lugar, no me gusta nada, me levanto suavemente e intento llegar a la puerta para irme…

-¿A dónde vas?- Escucho la voz de Yolanda que me cuestiona con la mirada mientras sujeta una caja.

- Quería ir a comprar unos cigarros- contesto nervioso.

-Siéntate, hablemos un poco.

- ¿Eso es lo que me dejó mi mamá?- Le pregunto mientras señalando la caja y me siento.

- ¿Cómo estás?- Me pregunta reposando la caja en su regazo.

- Bien, algo apurado la verdad, si me das la caja podría volver al trabajo.

- ¿Dónde trabajas? 

- En una carpintería… y se me va a ser tarde- le digo con desasosiego.

- Sabes que no trabajas en una carpintería, ¿Lo has vuelto hacer verdad? Me pregunta con la mirada fija.

-¿Cómo? ¿Hacer el qué?- Le pregunto asustado.

-¿Lo has vuelto hacer verdad… Ángel? - Me pregunta y escucho 4 golpes secos en la puerta.

-Soy Alejandro, te estás confundiendo, Ángel es mi hermano- le aclaro sudando frío.

Se levanta abrir la puerta y deja la caja a un lado, rápidamente cojo la caja, no pesa nada, está vacía  
¿Qué carajo está pasando? 

-Aquí está- escucho a Yolanda avisándoles a 4 hombres vestidos de blanco.

-¿Qué está pasando Yolanda?- Grito asustado sujetando la caja.

-Tranquilo Angelito, soy tu tía y estos hombres te van ayudar…

-¡Soy Alejandro!- Grito histérico.

-Sí tu eres Alejandro, dime…. ¿Quién es él?- Me pregunta sacándose una foto del bolsillo.

-Hermano… Hermano- repito entre lágrimas y una estampida de recuerdos azota mi memoria y caigo al suelo.

Ángel y Alejandro

-Lejo, ¿Qué pasa? ¿Por qué grita así mamá? 

-Ven conmigo Ángel, ven conmigo- me sujeta de la muñeca con fuerza y me lleva a su habitación.

-¿Qué pasa hermano?- Pregunto descalzo y asustado mientras Alejandro me esconde en una puerta falsa de su armario.

-No salgas por nada del mundo Angelito, no salgas por nada del mundo de aquí, no importa si me escuchas gritar, no importa si mamá te llama, no salgas,  escóndete en silencio- me dice mientras los gritos de mi madre se acercan.

-Hermano, hermano, ven, ven- le digo intentando salir.
-Angelito, no te va a pasar nada, escóndete, escóndete en silencio y cierra los ojos pensando en las muchísimas veces que te canté pajarillo, acuérdate de cuando jugábamos a las escondidas, espera a que te vaya a buscar ¿De acuerdo? Prométeme que no vas a salir por nada del mundo de aquí ¿Me lo prometes hermanito?- Me pregunta llorando.

-Sí, te lo prometo- le digo y me tapo con una de sus camisetas intentando esconderme mejor.

-Te amo Angelito, cuídate muchísimo, fueron sus últimas palabras antes de darme un beso en la frente y cerrar la puerta.


Angelito 


Los gritos de mi madre cada vez se escuchaban más fuertes y más fuertes, las piernas me temblaban, recuerdo que las palmas de mis manos estaban congeladas,  recuerdo los gritos... ¿Dónde está tu hermano?  Alejandro no contestaba nada, no recuerdo volver a escuchar los llantos de Daniela… supongo que mi madre la había asesinado antes de llegar a mi habitación. 

Empezaron los golpes, los puñetazos, podía sentir el impacto del cuerpo de mi hermano azotando la puerta del armario, tenía tanto miedo que no pude salir ni ayudarlo… un golpe seco abrió un poco la puerta y pude ver a mi hermano, un charco de sangre alrededor de su cabeza, mi madre no se detuvo, salió raudamente de la habitación llamándome, Angelito sal a jugar con mamá, Angelito…

Yo no podía dejar de mirar los ojos de mi hermano, no podía dejar de mirarlo ni siquiera un segundo, aún esa mirada inanimada me persigue cuando cierro los ojos. Dejé de escuchar la voz de mi madre después de un fuerte ruido, empezaron a sonar las alarmas de los carros. Rompí la promesa que le hice a mi hermano y salí del armario, recuerdo que me resbalé con su sangre y caí a su lado. Aquella noche mí madre… asesinó a mi padre con un puñal, asfixió a mi hermana con una almohada… y golpeó a mi hermano hasta abrirle la cabeza, le cuento al enfermero que me cuida en  el jardín del nuevo hospital mental.



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