El eco de tu risa
batallando en mi azotea, el cuarto menguante de tu anverso alumbrando las ganas
que agonizan en el sótano de mi desesperanza.
Deja que me acurruque
en la ternura de tu ombligo, déjame persuadir con mis silencios imprudentes tu hastío,
no hay sensación más vacía y
desgarradora que una pregunta atormentada al verse desprovista de respuesta.
Hacinado en los
delirios de mis letras, anclado a la esperanza de mis invenciones, resto de
materia penitente de pulmones masoquistas, abro los ojos por miedo.
Despojado de coraje
por la negativa de tu sonrisa, divagando mientras me hamaco en tus pestañas,
abrigado con la brisa de tu aliento, extasiado con tus pensamientos más violentos,
déjame ser el motivo de tu dicha, déjame ser el perchero de tu sonrisa.
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