Soledad, cautividad, culpa, remordimientos, oscuridad y
rabia es lo que se respira, lento e intranquilo me acerco poco a poco a una
mesa con las patas oxidadas y un mochuelo de historias de las que seguramente
ha sido testigo y será, respiro hondo y me siento a esperar.
Una desconocida de rostro familiar
-¿Por qué has venido Alejandro? ¿Qué haces aquí?- Me increpa con la
mirada y el rostro perplejo.
- Hola mamá.
-No deberías estar aquí Alejandro, me vuelve a reprochar con el gesto
adusto y la mirada avergonzada.
- Mamá…
- La persona que buscas murió hace 10 años, ya no soy tu madre - me
interrumpe con la mirada esquiva.
- Sólo quiero saber la verdad, quiero escuchar lo que pasó de tus
labios, siéntate por favor, le digo serio y nervioso.
Sonriéndole a la desdicha se sienta y del bolsillo saca un
paquete de cigarros.
- ¿Qué verdad? Hace años que la verdad dejó
de importar, soy una víctima de la verdad, me aclara encendiéndose el cigarro.
- No para mí, le digo e intento sujetarle la
mano pero raudamente esquiva mi gesto.
- ¿Dónde están tus hermanos? Me pregunta con
la voz entrecortada.
- No lo sé…
- La puta madre Alejandro, no deberías estar
aquí carajo, mierda, se lamenta sobándose el rostro con las manos.
- Cuéntame la verdad, deja que me reconcilie
con mi pasado y no me volverás a ver si es lo que deseas madre.
Entre resoplidos y fuertes caladas al cigarro.
- ¿Qué pasó con tus hermanos Alejandro? – Me
pregunta apretando el gesto para no llorar.
- A Daniela se la llevaron cuando cumplí 10
años y a… Angelito después de haber cumplido los 12 años, he estado solo desde
entonces, no sé nada de ellos, le cuento abatido.
Escuchar el nombre de Daniela y Ángel hace que dos
escurridizas lágrimas se deslicen por sus mejillas que rápidamente limpia con
la yema de sus dedos.
- Hace 3 semanas cumpliste 18 años ¿Estás
trabajando? ¿Qué estás haciendo?
- Por las mañanas trabajo en una carpintería
y luego por la noche vendo camisetas de fútbol fuera del estadio nacional.
-¿Y la casa?- Me pregunta y se enciende otro
cigarro.
- Cuando murió la abuela nos quedamos los 3
solos, servicios sociales nos llevaron a un tipo de refugio y el banco terminó
quedándose con la casa.
-Mierda, mierda, mierda, necesitas encontrar
a tus hermanos Alejandro, mierda, mierda, mierda ¿Por qué tenías que venir
carajo?...
- Cuéntame la verdad… dime todo lo que pasó,
necesito saberlo, le insisto.
- Sólo la verdad ¿Para qué quieres remover
todo eso?- Murmura cerrando los ojos y añade – Es lo mínimo que puedo hacer por
ti, no va a ser agradable Alejandro ¿Realmente eres consciente de lo que me
estás pidiendo?- Me pregunta con la mirada pérdida en el pasado.
- Estoy preparado… Lo necesito, puedo
soportarlo – le aclaro con plena seguridad.
Eslabones
desperdigados
-¿Fumas?- Me pregunta mi madre acercándome
el paquete de cigarros.
- Gracias- Le digo llevándome un cigarro a
la boca.
- Prométeme que vas a buscar a tus hermanos
Alejandro y yo a cambio prometo ser absolutamente transparente, seré un libro
abierto – me advierte con el rostro compungido.
-Te lo prometo- le digo encendiéndome el
cigarro y apuñalándole los ojos con mi mirada.
Resopla repetidas veces, se frota las manos en las piernas
y en el rostro, como si ejecutase un ritual que le arroje la valentía que
necesita para hurgar en lo más putrefacto de sus recuerdos, de su historia.
- ¿Qué recuerdas cuando tenías 8 años? ¿Qué
recuerdos te quedan en la cabeza? – Me pregunta.
-Llanto, pánico, terror, soledad, vivo con
ello cada noche que cierro los ojos y me despierto sobresaltado, agitado- le
digo con el rostro consternado.
-¿Qué más?
- Tengo la misma pesadilla todas las noches,
me encuentro escondido debajo de una cama, me escondo en el armario, temblando,
llorando, escuchando golpes, gritos, súplicas, pero al final del sueño siempre
veo como una mano que trae con ella ternura… Luz, tranquilidad… pero me
despierto y sólo puedo recordar que esa
mano era la tuya, estoy realmente jodido- le digo sollozando como un niño.
No puede aguantar el dolor, el desgarramiento en cada
consonante, en cada vocal que escucha de mi boca y me acompaña con tímidas
lágrimas que vuelve a limpiarse rápidamente.
- Te recogía en mi regazo y te abrazaba
intentando cubrirme el rostro de las palizas de tu papá, temblabas ¿Te acuerdas
lo que te cantaba para intentar
relajarte?...
-Pajarillo - le digo llorando y con la voz
entrecortada
Por un segundo empezamos a cantarla juntos:
Pajarillo que cantas en un almendro, no
despiertes al niño que se está durmiendo
Pajarillo que cantas en la laguna, no despiertes
al niño que está en la cuna
Ea, la nana, ea la nana, duérmete mi lucerito
de la mañana.
- Después de eso me ayudabas a dormir a
Daniela que tenía 2 añitos y Angelito que tenía 3, tenía tanto miedo por
ustedes 3 que me quedé atrincherada en casa aguantado… aguantando.
- ¿Nunca pensaste…
- ¿En denunciar a tu papá? ¿En huir? Las
cosas eran tan distintas en esa época Alejandro, tu papá tenía unos contactos
increíbles, conocía a tanta gente gracias al banco, tantos policías, tantos
jueces, tantos abogados, lo único que podía hacer era intentar ser el escudo
donde el descargase toda su ira por miedo a que te tocase sufrir lo que sufría
yo a diario, ni siquiera tenía a tu abuela a mi lado, estaba sola con mis 3
hijos, ahora puedes darme distintas salidas a lo que sufría, pero en ése
momento, con 30 años y 3 niños a los que intentaba defender…
- No te estoy juzgando mamá, nunca en mi
vida lo voy hacer, sólo quiero escuchar lo que pasó, nunca te voy a juzgar, nunca,
créeme- le interrumpo.
- Tu papá nunca fue así hasta el nacimiento
de Daniela, a la madre de tu padre que el diablo la tenga en su gloria, le lavó
la cabeza que ella no era su hija simplemente porque nació morenita, Angelito y
tú eran rubitos y blancos como la familia de tu papá, mi Danielita nació
morenita y con el pelo rizado, como yo, pero tu papá se dejó manipular por su
madre y todo empezó a cambiar, primero me miraba con asco, si traía algo
siempre eran para ustedes dos y nunca para Daniela, hasta que la primera
bofetada llegó, me cuenta con una sonrisa bañada en odio.
El detonante
-
Quítale
la ropa de mis hijos a la negra que has traído al mundo, si quieres vestir a
esa bastarda sales a trabajar o la puedes vender, pero quítale la ropa que le
compro a mis hijos, le advirtió con los ojos inyectados de odio.
- Es tu hija Sebastián, es tu hija…
- Yo no engendro negras, quítale la ropa o te juro…
- ¡O me juras qué! ¡O me juras qué! Estás
envenenado por las maldades de tu madre Sebastián, te ha lavad…
- No metas a mi madre en esto Ingrid, ella sólo me
ha abierto los ojos, no la metas en esto o te vas arrepentir, le amenazó con el
pulso tembloroso.
- Estás desquiciado, tu madr…
Eslabones
desperdigados
-Primera bofetada, primer labio partido,
primera mejilla morada, primer ojo morado, el lado derecho, con el ruido te
despertaste aquella noche, intenté taparme a toda velocidad con una manta que
cogí de la cuna de tu hermana y te llevé en brazos a tu habitación aprovechando
que tu padre se había marchado furioso - me cuenta dándole fuertes caladas al
cigarro.
- Recuerdo esa noche, recuerdo los llantos,
pero no recuerdo haberte visto el rostro hasta la mañana siguiente – le
digo resoplando de dolor.
- A la mañana siguiente recuerdo que te
dije, vamos a jugar al escondite, cada vez que escuches gritos, escóndete y
tápate los oídos hasta que yo termine de contar y te vaya a buscar ¿Te
acuerdas? - Me pregunta.
- Sí.
- Desde esa noche todo fue como una noria,
todo dio la vuelta, el hombre del que en algún momento de mi vida estuve
enamorada hasta la médula cambió, llegaba a casa de madrugada y apestando a
alcohol, se metía coca en el bañó antes de darme la paliza rutinaria cuando
intentaba detenerlo de ir al cuarto de Daniela. Hasta que una noche consiguió
escabullirse suavemente y lo encontré con las manos alrededor del cuello de
Daniela, le rogué que se detuviese, que la dejase, dejó a Daniela en la cuna y
cogiéndome del cuello me arrastro hasta la habitación, me tiro a la cama y
quitándose el pantalón me repetía, Te
voy a enseñar a no engendrar negros… ¿Quieres que continúe?
- Por mí sí - le digo dudoso.
- Me sujetó el cuello y mientras me violaba
estiré mi mano y cogí dos palos de tejer, le acuchillé la garganta mientras
escuchaba sus jadeos en mí oreja y olía su aliento a whisky, te confieso
Alejandro que nunca me llegué a sentir tan libre en mi vida, cada milímetro de
carne que atravesaba con los palos de tejer me regalaban una sensación de
libertad, de paz, 2 años de mi vida fui esclavizada, golpeada, violada,
insultada- me cuenta con alivio.
- No sabía… no sabía lo que había sufrido
mami, le digo arrojándome sobre su pecho y llorando desconsoladamente.
Por un segundo y sintiendo la respiración de su pecho.
Volví a sentir la misma ternura que sentía con 8 años cuando me abrazaba en su
regazo y me cantaba Pajarillo.
- Se acabó el tiempo de visita, nos
interrumpe un guarda de la prisión.
- Enrique Barrón número 1416, cerca del
canal cuatro Alejandro, busca a mi amiga Yolanda, ella tiene algo para ti,
búscala, Enrique Barrón número 1416, no te olvides, me grita mientras el guarda
la separa de mis brazos.
-Mamá, mamá, no te preocupes, voy a venirte
a ver todas las semanas…
- No vengas más Alejandro, olvídate de mí,
yo no voy a salir viva de aquí, busca a Yolanda y haz lo imposible buscando a
tus hermanos, cuídalos por mí, ámalos por mí, me lo prometiste hijo mío, me
grita mientras la reja que nos vuelve a separar se cierra.
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